Elena es una mujer profesional, responsable de la comercialización de una importante empresa. A eso debe sumarse que gana cinco veces el sueldo promedio en Argentina. Cualquiera creería que ya es dueña de un auto importado o una interesante cuenta en un banco. Pero no. Elena sólo tiene deudas. Un persistente ahogo por no llegar a fin de mes. Tarjetas de crédito que viraron del rojo al furioso carmesí. Y la desesperación de estar a punto de perder la casa. Es que Elena es compradora compulsiva. Una adicción que se define como una obsesión por comprar mucho más de lo que se necesita o se puede pagar.
Elena tardó años en descubrir que lo que le pasaba era una adicción. Cada vez que se peleaba con alguien, o que una situación la desbordaba, o que se sentía deprimida, compraba. Así acumuló miles de perfumes, adornos, ropa y chucherías. Hasta que su economía colapsó. Y casi perdió su techo. Una amiga le comentó del grupo y, tras completar un cuestionario, llegó a la certeza de que era una compradora compulsiva. Después de permanecer cuatro años en autoayuda pudo salir adelante. Rompió sus tarjetas. Ahora sólo maneja efectivo y anota todo lo que gasta en una libretita. Todos los días se levanta dispuesta a vivir sólo esa jornada sin contraer una deuda. El grupo le proveyó dos compañeras que hacía más tiempo que habían superado su adicción, que la ayudaron a elaborar un plan para sacar adelante sus finanzas. El principio rector es que no se puede gastar más de lo que se gana.
Hoy Elena habla llena de orgullo sobre cómo devolvió todo lo que debía. Ahora duerme tranquila y, en el último semestre, pudo comenzar a ahorrar. “El concepto de ahorro no existía antes para mí. Ahora, cuando me pasa algo que me supera, o discuto con alguien y tengo el impulso de salir de compras para descargarme, llamo a alguno de los miembros del grupo o me acerco a alguna de las reuniones. Todos estamos en recuperación constante”, aseguró.
Fuente: Diario La Nación. 17.10.2003