Esto, agregaron, destaca la necesidad de que los expertos en salud pública 'rediseñen' su mensaje y recomienden a la población controlar la cantidad de calorías que consumen, y no sólo de grasas, y hagan suficiente cantidad de ejercicio.
Por Amy Norton
Nueva York (Reuters Health) - Algunos investigadores cuestionan si las guías nacionales que les recomiendan a los estadounidenses una dieta reducida en grasas tuvieron la consecuencia no intencional de aumentar la epidemia de obesidad.
El gobierno federal ha difundido guías alimentarias cada cinco años desde fines de los años 70. En 1990, se agregó la recomendación de obtener de las grasas menos del 30 por ciento de las calorías diarias.
En la revista American Journal of Preventive Medicine, un equipo del Colegio de Medicina Albert Einstein, cuestiona si las guías, especialmente las que se refieren a las grasas, habrían provocado más daño que beneficios.
Desde la publicación de las guías, la circunferencia promedio de la cintura de los estadounidenses siguió aumentando y muchos expertos señalaron su preocupación sobre el reemplazo de grasas por azúcares, a menudo a través de alimentos reducidos en grasa muy promocionados.
La recomendación de disminuir el consumo de grasas tuvo fundamento científico. La grasa saturada, como la que contiene la carne y los productos lácteos, aumenta el colesterol y estudios demostraron que las dietas reducidas en ese tipo de grasas disminuye el riesgo de infarto.
Estudios poblacionales realizados en distintos países también hallaron una relación entre un alto contenido de grasa en la dieta y el exceso de peso.
Pero, según los investigadores, no había suficiente evidencia de que la recomendación de reducir el consumo de grasa diera buenos resultados. En ese caso, cuestionan, el Gobierno no debería difundir guías específicas sobre lo que los estadounidenses tendrían que comer.
"Estamos tratando de modificar un poco la forma en que piensa la gente", dijo a Reuters Health el autor principal del estudio, el doctor Paul R. Marantz.
Y parte de eso, agregó Marantz, es pensar que ante la falta de certeza de los beneficios de las guías alimentarias, no provocarían daño.
Pero, para los investigadores, el momento en el que ocurren la recomendación de reducir el consumo de grasa y el pico de obesidad en el país sugiere que las guías habrían influido en el problema.
Estudios hallaron que mientras los estadounidenses redujeron el contenido de grasa en la alimentación en las últimas dos décadas, aumentó la ingesta promedio de calorías.
No obstante, según un editorial sobre el estudio, no hay que responsabilizar de todo a las guías alimentarias.
"Observamos una tendencia preocupante después de la recomendación de reducir el consumo de grasas; las empresas de alimentos reemplazaron la grasa por azúcares en varios productos procesados, la gente aumentó el consumo de calorías y se elevó la prevalencia de la obesidad", escribieron Steven H. Woolf, de la Virginia Commonwealth University, y Marion Nestle, de la New York University.
Esto, agregaron, destaca la necesidad de que los expertos en salud pública "rediseñen" su mensaje y recomienden a la población controlar la cantidad de calorías que consumen, y no sólo de grasas, y hagan suficiente cantidad de ejercicio.
Marantz sostiene que el Gobierno debería exigir estándares más altos de evidencia antes de emitir guías alimentarias específicas, como los que se esperan de la industria farmacológica cuando saca un nuevo producto al mercado.
El equipo sugirió que los funcionarios de salud pública harían un mejor trabajo si, en lugar de las guías, le entregan a la población información nutricional que incluya detalles del nivel de evidencia disponible.
Fuente: American Journal of Preventive Medicine, online 22 de enero del 2008. |